Buenos miaus. Este libro, que yo alegremente califico para masoquistas, se titula Lo que aprendemos de los gatos, de Paloma Díaz-Mas. Absteneos, amantes sensiblones de los gatos: No es un libro para vosotros si no queréis inundar la casa de lágrimas.
Cuando lo encontré en la librería, poco sabía lo que acabaría ocurriendo. Inocente yo, que simplemente pensé "Un libro sobre gatos, ¡pa' mí!", ignorando por completo la sorpresa de su interior.
Los seres humanos, piensa el gato, tienen una irremediable tendencia a entender las cosas al revés. Por ejemplo, si ven un libro que se titula Lo que aprendemos de los gatos, probablemente creerán que trata de lo que los humanos pueden aprender acerca de los gatos, para conocerlos mejor (cosa que, dicho sea de paso, tampoco estaría de más), sin embargo, para cualquiera que sea capaz de pensar con claridad, resulta evidente que Lo que aprendemos de los gatos significa otra cosa: lo que los humanos pueden aprender a partir de los gatos, es decir, lo que los gatos pueden enseñarles. Este tipo de errores se producen porque los humanos parten de la absurda creencia de que son animales superiores, cuando todo el mundo sabe que los animales superiores son los gatos. Los gatos, piensa la autora de este libro, tienen mucho que enseñarnos, pero para ello hace falta que estemos atentos y dispuestos a aprender. Son cariñosos, pero nunca sumisos, así que nos enseñan a pactar nuestra convivencia día a día. Confiados sólo si sabemos ganárnoslos poco a poco, ejercitando la virtud de una conquista paciente. Domésticos e independientes, como fieras aclimatadas a nuestro hábitat. Los creemos indefensos, pero en realidad están mucho más preparados para sobrevivir que nosotros. Bajo su piel de seda se ocultan las garras de una fiera y un cuerpo atlético envidiable. Y, cuando los vemos jugar, exhibiendo su magnífica forma física, o dormir plácidamente sobre nuestro sillón favorito (sí, ese sillón donde los gatos nunca nos dejan sentarnos) envidiamos también su capacidad para vivir intensamente ese instante, sin atormentarse, como hacemos nosotros, por un pasado que ya no existe y un futuro que tal vez no llegue. Un libro que es una joya para cualquier buen lector, y desde luego absolutamente indispensable para todos los amantes de los gatos.

Antes de empezar siquiera el libro, nos encontramos con el siguiente texto:
"A un caballero que lloró con su esposa una pequeña pérdida
Pasaron por nuestras vidas cautelosos
como quien pisa sobre almohadillas de algodón;
capaces de andar sobre vidrio sin quebrarlo,
de rozar una copa sin derramar una gota siquiera.
Sabios en escoger en verano la sombra más fresca
en invierno, el calor de nuestros cuerpos dormidos.
Andaban por la casa dejando una estela
de inaprensibles briznas de oro o nácar.
Cuántas veces nos quitaron nuestro sitio,
que era también su lugar favorito,
y nosotros, reyes destronados y enormes,
fuimos a acomodarnos -es un decir-
en el más incómodo asiento de la casa.
Cuántas veces sosegaron nuestra angustia
con ese rumor que vibra en su garganta.
Les dimos cuento quisieron;
lo aceptaron ellos
con la majestad de quien nada ha pedido.
Y a veces nos poseía la extrañeza
de haber metido en casa una fiera terrible,
una fiera armada de garras y dientes
que con su lengua de lija peina su seda al sol.
Al fin murieron:
apenas un suspiro
y quedó de ellos un jirón de piel suave, casi nada,
sigilosos y dignos
en la muerte como en la vida.
Así fueron nuestros gatos
y aún ahora,
muchos meses después,
de vez en cuando,
encontramos
un pelillo de seda en nuestras ropas.
Esteban Villegas, Vida cotidiana, 1995"
¿Qué quiero decir con esto? Básicamente: Aún no he empezado el libro, y ya tengo ganas de llorar. Vamos bien. Si mirárais en las notas que fui escribiendo conforme leía, hay innumerables ocasiones en las que menciono el número de la página y un "Me cago en mí", o derivados.
El último libro de gatos que leí, Alegatos de los gatos: Relatos con retratos de los gatos literatos [el título es genial], de Antonio Burgos, pasaba algo parecido. En él, Burgos mencionaba una carta de un amigo que le contaba que quería leer su anterior libro, pero acababa de perder un gato y se sentía incapaz de hacerlo. Nuestro autor no comprendió esta circunstancia hasta que [Spoiler] perdió uno de sus propios gatos. Yo debería haber aprendido la lección, guardando de nuevo el libro en su estante y comprando en su lugar, qué sé yo, uno de piratas.
En vez de eso, lo compré alegremente y me dispuse a leer el primer y único libro con el que he llorado. Es precioso, no lo voy a negar. Tiene una forma de escribir y de relatar los hechos, vivencias y ocurrencias sencilla y sólo en ocasiones algo más técnica, sin que desentone en ningún momento. Precisamente es por cómo está escrito, no tanto como la idea inicial del libro, lo que lo hace tan bueno a mi criterio. Me gusta que la parte más triste la cuente al principio, como si temiera dejarnos con un mal sabor de boca, siendo el resto muy ameno y fácil de leer. Sabe transmitir muy bien su amor hacia los gatos y hacia Tris-Tras, y relata situaciones cotidianas tanto desde nuestro punto de vista como desde el suyo de una manera muy descriptiva e incluso divertida, sin llegar a abusar de detalles "O incluso bajo la colcha de nuestra cama, que mostraba una cómica joroba en el medio: el bulto de un animal que indudablemente no se encontraba ahí, puesto que nadie podía verlo", "Esos ojos de oro y chispas de mica están bordeados por unas líneas marrón oscuro de inspiración egipcia. que parten de la zona superior del ojo y se alargan por las mejillas, hasta alcanzar el cuello- Diremos, por tanto, que ese maquillaje natural hecho de pinceladas de pelo, son los ojos de una princesa del Nilo".
Sin embargo, no sólo trata de cómo son y piensan sus gatos, ni de lo que hacen o dejan de hacer, sino que nos muestra pinceladas de historia gatuna en sus relaciones con los hombres.
Dicho esto, creo que es algo que cualquiera, sea amante o no de los gatos, puede llegar a disfrutar. Sin embargo, si acabas de perder a tu pequeño amigo, no recomiendo leerlo a no ser que seas un masoquista deseoso de sentir las lágrimas correr por tu rostro; o un idiota como yo, cuyo orgullo impide dejar inacabada una lectura, y que compra libros sin pensárselo demasiado; puesto que acabarás recordándolo y, especialmente, echándolo de menos más de lo que posiblemente te gustaría.
Otra recomendación: Si te da vergüenza que otros te vean sonreír o soltar alguna lagrimilla leyendo, no lo saques en el autobús/metro/tren/medio de transporte predeterminado.
.... Cúter sensible deja de dar el coñazo
Eso de ponerme a llorar y a reír en medio de un autobús lo he vivido y, madre mía, qué mal se pasa.
ResponderEliminarLa crítica está bastante bien, sobre todo por el hecho de que no haces spoilers (bueno sí, uno, pero como está disimulado ni siquiera estoy segura de haber entendido lo que querías decir o qué xD) y sólo cuentas lo necesario para que el maldito lector sienta la maldita necesidad de comprarse el maldito libro para sufrir tanto como tú. :')
Sólo una cosa: la parte de la sinopsis, ¿podríais ponerla más grande? Es que soy miope y con esa mini-letra he tenido que agrandar la página para no quedarme aún más ciega. xDDDDD
Un saludo. :)
Ya le di un tirón de lo que sea que tenga un cúter y le dije que estuviera quieta con el tamaño de las letras.
EliminarGracias por comentar y seguirnos ;).